Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1556
Legislatura: 1893-1894 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 9 de julio de 1894
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 175, 5632-5634
Tema: Sesión del 9 de julio de 1984

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): ¿Pero qué ha pasado aquí para que la minoría republicana haya adoptado una actitud tan de despecho y tan grave? ¿Es que hemos quebrantado alguno de los principios esenciales o el fundamento en que descansa el régimen que nos da vida? ¿Es que hemos quebrantado alguno de los principios que con tanto afán defendéis? ¿Es que os hemos lastimado en vuestro prestigio, en vuestro decoro, en vuestra dignidad? Pues si no ha pasado nada de eso, ¿qué justificación tiene la actitud que ha tomado la minoría republicana por boca del Sr. Ballestero? ¿Qué ha pasado aquí, Sres. Diputados? (Risas.)

Se ha presentado un dictamen en el cual había voto particular sobre un acta, en la cual, como sabe todo el mundo, el Gobierno no ha querido nunca intervenir; y en ese voto particular la mayoría se ha dividido, como se ha dividido en muchas actas y en muchas ocasiones, por la libertad en que el Gobierno ha dejado a sus amigos; por donde ha resultado que más de la mitad de la mayoría ha estado al lado del candidato vuestro, y la otra parte de la mayoría, que no llega a la mitad, ha estado al lado del candidato contrario, y que Diputados muy adictos a mi persona han votado en pro de vuestro candidato, y otros muy adictos a mi persona han votado en contra . ¿Qué encontráis en esto de particular? ¿Qué significa esto, Sres. Diputados? ¿Qué atropello habéis cometido contra esa minoría, que tan airada se levanta? Esta libertad con que ha votado la mayoría, ¿os ofende y os lastima hasta el punto de que tomáis resoluciones tan extremas, cuando quizá por otras cosas más graves habéis estado como humildes corderos?

El Sr. SALMERÓN: Diga el Sr. Presidente del Consejo en que. Ya que se reclama prudencia, he de decir que ahí es donde debe estar en primer término.

Los Sres. MARENCO y SALMERÓN: Borregos no hemos sido jamás.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Tanto mejor; yo creo que en el Parlamento y fuera de él han ocurrido sucesos más graves y más importantes que la votación de un acta.

El Sr. SALMERÓN: Pero no hemos estado como humildes borregos jamás.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Si eso os ha molestado...

El Sr. PRESIDENTE: La Mesa no ha oído esa palabra.

El Sr. SALMERÓN: Si no se ha oído, será porque no se habrá pronunciado.

El Sr. PRESIDENTE: Eso será, sin duda ninguna.

El Sr. SALMERÓN: Pues que se entere el señor Presidente del Consejo.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Haga S. S. cuenta de que no la he pronunciado; lo que si digo es, que habéis sufrido con resignación hasta evangélica muchos sucesos más graves que el suceso de la aprobación o desaprobación de un acta.

El Sr. SALMERÓN: ¿Cuáles?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Cualquiera de los sucesos que pasan en el día tienen más gravedad o importancia que éste que os ha soliviantado tanto.

El Sr. MARENCO: Esa es una declaración de prudencia a favor nuestro.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pues por eso me choca tanto que habiendo tenido tanta prudencia en otras ocasiones, no la tengáis ahora para cosa tan baladí.

El Sr. MARENCO: Eso es lo que le explicaremos a S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Eso aplaudo yo; la prudencia que habéis tenido en muchas ocasiones.

El Sr. BALLESTERO: Pero no la practica S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Por eso repito que me ha chocado que no la tengáis ahora para cosa tan baladí.

El Sr. MARENCO: Eso se lo explicaremos a S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Explíqueme S. S. todo lo que quiera; lo que no podréis explicar es la importancia que le dais a un hecho muy natural, muy lógico y que no tiene nada de particular.

El Sr. SALMERÓN: Para el Gobierno, que sea uno u otro Diputado, no significa nada, porque no cuenta con el cuerpo electoral.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): ¿Veis cómo yo no me incomodo y oigo con prudencia lo que pudiera llamar un desatino político, que acaba de pronunciar el Sr. Salmerón? Pues lo oigo con calma, no me ofendo, y no digo que retire la palabra porque ya sé lo que quiere decir S.S. con eso. Está bien; los demás venimos aquí sin cuerpo electoral; sólo S. S. y sus amigos son los que han venido aquí traídos por el cuerpo electoral ; sólo S. S. y sus amigos son los que han venido aquí impulsados por los electores ; los demás hemos venido como caídos de la luna. ¿Quiere S. S. que le haga esta confesión? Pues tampoco tengo inconveniente ninguno en hacérsela, porque como la idea es tan absurda, nadie la va a creer.

Lo que digo es, que no tiene explicación lo que hacéis, y que esas aptitudes se toman por cocas graves, [5632] en asuntos importantes, cuando se trata de grandes principios, de grandes procedimientos, de los cuales puede depender la existencia del régimen en que se vive o el ejercicio de los derechos más sagrados del ciudadano y las libertades más grandes que pueda tener una colectividad política.

El Sr. SALMERÓN: ¿Y no tiene importancia que se cumpla el Reglamento?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): ¡Pero si estáis faltando a él!

El Sr. SALMERÓN: ¿En qué faltamos al Reglamento?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Ahora mismo estamos fuera del Reglamento.

El Sr. SALMERÓN: ¿Por oponernos a la prórroga?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): ¿Pues no estamos discutiendo si se prorroga la sesión, estando prorrogada? ¿Se puede dar una anomalía semejante?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Yo lo que quiero es que quede consignado que esa minoría no ha sufrido ofensa ninguna de parte de la mayoría; que la mayoría no ha atropellado ningún derecho; que aquí no se ha faltado a ninguna ley; en una palabra: que aquí no hay motivo ninguno para que esa minoría haya adoptado la actitud en que se presenta ; y que cuando se toman actitudes como era sin razón ni fundamento, resulta que no produce efecto ninguno, como no sea el de perjudicar a esa misma minoría.

Después de todo, ¿qué queréis? ¿Poner dificultades a la marcha del Parlamento? Bien; no será por muchos días; pero, en fin, durante algunos, lo conseguiréis; pero eso abona poco vuestro patriotismo. Porque, una de dos: o entendéis que para las sesiones que restan hay asuntos graves o importantes que al país interesa que se resuelvan en leyes por el Parlamento, o no lo creéis así. ¿Creéis que conviene que se traduzcan en leyes? Pues hacéis mal en oponeros a la marcha de estas discusiones. ¿Creéis que lo que esta propuesto es perjudicial para el país? Pues hacéis mal en impedir que las sesiones continúen, porque lo que debéis hacer es facilitar su celebración para poder formular vuestra oposición, la oposición que en vuestro concepto merecen esos proyectos, para evitar ese daño al país. De modo que lo que resulta es, que el bien o el mal del país lo subordináis a una cuestión personal, a una cuestión de amor propio. Ni más ni menos. (Aprobación.-El Sr. Salmerón: Ni personal ni de amor propio.) ¿No ha de serlo? (El Sr. Salmerón: ¿Es personal el ser Diputado por un distrito? ¿Es de interés de persona esta cuestión, o es de interés del país?) Es una cuestión personal, tal como SS. SS. la toman. (El Sr. Salmerón: Es vuestro criterio, contra el cual está todo el país.-Fuertes rumores.)

El Sr. PRESIDENTE: Ahora si que no se cumple el Reglamento, Sr. Salmerón, hablando sin pedir la palabra. (Muy bien, muy bien.)

El Sr. SALMERÓN: Pero no he dicho ni una que no sea justa y motivada.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): ¿No es una cuestión personal, en cuanto a personas se refiere? (El Sr. Salmerón: ¡Ah! ¿Qué dirán del Parlamento español en el extranjero?) Lo que dirán en el extranjero es, que no hay minoría ninguna, ninguna, que haya hecho lo que hace era minoría; que por haberse dividido la mayoría en una cuestión verdaderamente personal, diga lo que quiera el Sr. Salmerón, toma esa actitud. Eso es lo que no se ha visto en ningún Parlamento, eso es lo que asombrará en el extranjero; porque en ninguna parte ha hecho eso ninguna minoría.

Después de todo, ¿contra quién o contra qué se subleva la minoría republicana? ¿Contra el Gobierno? Imposible. ¿Se ha de rebelar la minoría republicana contra el Gobierno porque el Gobierno ha dejado libre una cuestión de actas? (El Sr. Ballestero: Si sus señorías la hubieran dejado libre, otra cosa hubiera sucedido.-El Sr. Ministro de la Gobernación: Libre ha quedado; la prueba es el número de Diputados de la mayoría que han votado a favor del voto particular; no hay entre ellos ni 30 Diputados de la mayoría.)

Si no se hubiera dejado libre la cuestión, es verdad que otro hubiese sido el resultado; porque todos los individuos de la mayoría que han votado con vosotros, hubieran votado en contra vuestra. ¿Quién lo duda? De modo que por haber dejado libre la cuestión no podéis combatir al Gobierno.

¿Es que combatís a la mayoría? ¿La combatís por [5633] que no ha votado con arreglo a vuestros deseos, porque no ha hecho lo que vosotros habéis querido que haga? Pues eso no ha pasado nunca en ninguna parte, ni lo ha hecho jamás ninguna minoría.

Por consiguiente, vosotros podréis hacer lo que mejor os parezca; pero, créame el Sr. Ballestero, créame la minoría republicana: con eso, a quien hace daño es a sí misma. Era natural que lo que ha pasado os disgustase, pero nada más; de ahí no debéis pasar, porque si no, el país dirá, y con razón, que los móviles vuestros en la conducta parlamentaria, no son aquellos móviles que deben aparecer siempre en la representación del país, cualesquiera que sean sus ideales.

Y con esto, y para que no se incomoden más, a pesar de que nada he dicho que pueda serles desagradable, los individuos de la minoría republicana, concluyo recomendándoles que tengan la prudencia que hasta ahora han demostrado, pero que esta tarde sin duda, como ha dicho el Sr. Ballestero, cansados de tenerla, han dado pruebas de lo contrario. (El Sr. Ballestero: Pido la palabra.) En las cuestiones de actas creo que el Gobierno no ha hecho absolutamente nada; ha sido cosa de la mayoría; y si S. S. examina bien los individuos de la mayoría que han votado en un sentido y los individuos que han votado en otro, verá cómo lo que yo digo es verdad, que el Gobierno no ha podido intervenir en una votación cuyo resultado acabáis de ver.

Pero, ¡señores! aunque el Gobierno hubiera intervenido en esa votación, sería motivo para incomodarse y para atacar al Gobierno por la influencia que hubiera ejercido en la mayoría; pero molestarse con el mismo Parlamento, incomodarse con la mayoría y decir que no se va a dejar pasar nada, sin tener en cuenta que todavía puede haber sin resolver cosas que interesan al país, permítanme SS. SS. que les diga que no conviene ni a las minorías ni a nadie. Después de esto, que haga la minoría lo que tenga por conveniente.



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